Esta exposición reunió una diversa colección de objetos y documentos (pinturas, fotografías, cartas, vestidos) que pertenecían a Alma Reed y que fueron donados póstumamente al Museo Nacional de Historia por la pintora sueca, Rosalie Johansson, íntima amiga de Reed y heredera de sus bienes materiales. Por medio de esta exposición se le ofreció al visitante un recorrido por la vida y obra de una extraordinaria norteamericana que, después del asesinato de Carrillo Puerto en enero de 1924, dedicó el resto de su vida a México: a su arqueología, su arte, y su cultura, durante y después del “Renacimiento Mexicano”. Se destacó especialmente su relación con José Clemente Orozco, a quien apoyó de manera incondicional y de quien es autora del primer libro dedicado a su vida y obra (1932).